Maternidad y feminismo: ¿Qué está cambiando?

Maternidad y feminismo

Cuando una mujer “está en edad de ser madre” surgen en torno a ella todas esas preguntas que tanto nos suenan: ¿Cuándo vas a ser madre? o ¿Para cuándo el primero?

Maternidad y feminismo supone un tándem que ayuda a las mujeres a vivir la maternidad desde una postura personal y libre. Las mujeres han visto y han sufrido la presión por parte de la sociedad, la cultura y la religión para cumplir con su “misión” de dar vida.

Desde el feminismo, existe un empuje para que la maternidad no sea vivida como el condicionante para la autorrealización de la mujer. En este punto, se ha evidenciado la necesidad de poner en entredicho lo natural de la maternidad, de demostrar su significado sociocultural e ideológico y desmitificar todo lo construido acerca de ella.

Maternidad

La maternidad durante siglos ha sido entendida como la culminación de ciertas fases vitales de las mujeres jóvenes, como si al ser madres llegaran a una especie de plenitud. Ha sido idealizada y naturalizada, dando por hecho que ser mujer sea igual a ser madre.

Hace unos años esta equivalencia se pone en entredicho y comienza la desmitificación sobre la maternidad. Cientos, sino miles de historias de mujeres que empiezan a hablar abiertamente sobre cómo ha sido y cómo han vivido la maternidad, su maternidad.

Ser madre no solo se limita a un hecho biológico, sino también es un hecho social y cultural. La maternidad ha ido construyéndose respondiendo a estos elementos sociales y culturales. Podríamos decir que este ideal de maternidad proporciona a las mujeres una medida común, que no da lugar a diferencias individuales respecto a lo que se puede ser y desear como madre.

¿Qué es ser madre?

“Madre es aquella mujer que siente sentimientos maternales por una persona que considera su hijo/a, el deseo de ese/a hijo/a es lo que hace a alguien ser madre”.

Pero sabemos que la maternidad es vista comúnmente como la entrega total y absoluta a un hijo/a. El concepto de “buena madre” junto con las teorías del apego que proliferaron, dieron lugar a la imagen de la buena madre que es: abnegada, totalmente entregada, proveedora de lactancia materna, que toda mujer ansía serlo o que todos los hijos necesitan a su madre.

La ruptura con el modelo tradicional trae al debate lo que debe y no debe ser una madre, la diferencia moral entre lo aceptable y lo no aceptable, lo adecuado y lo inadecuado, en definitiva, revisa ese “código ideal de la maternidad”.

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Asimismo, reiteraban que para una crianza adecuada, la madre debía ser la central cuidadora, la primera responsable de cubrir las necesidades de la criatura, ya que por naturaleza es conocedora y garante de su bienestar. Sus propias necesidades, quedaban relegadas a un lado y todo giraba entorno a su hijo o hija.

La sociedad exigía simultáneamente una madre capaz de ofrecer plena dedicación en la crianza y con corazón maternal y, a su vez, ser una mujer autónoma y con empleo estable con la cabeza fría y competitiva que aporte a la economía familiar. Por tanto, se trata de poner en cuestión lo normativo, así como visibilizar históricamente la cara oculta y reivindicar que existe otra forma de vivirla.

Sentimientos encontrados en la maternidad

La maternidad presenta una realidad compleja de la experiencia de ser madre, con sentimientos ambiguos y contradictorios. Tener como referente un ideal de maternidad sumamente exigente, a la par que inalcanzable, puede atraer consigo a la culpa.

No poder cumplir con las altas expectativas o incluso, no sentir como propio ese ideal y no querer llevarlo a cabo, provoca profundas tensiones y sentimientos de responsabilidad y de culpa.

Por tanto, puede llegar a experimentar que cualquier decisión que tome, dará como origen a un conflicto de lealtades como madre o como una persona activa y autónoma, sentimiento proveniente de la herencia del modelo tradicional de la maternidad.

Modelo tradicional que se basa en una ideología culpabilizadora, donde las mujeres que hacen o sienten las cosas de otra manera distinta a la preestablecida, son malas madres o desnaturalizadas.

La respuesta de ser madre es muy diversa, así como su vivencia. Especialmente en la primera maternidad se puede producir un deterioro personal y en la relación de pareja en los primeros momentos, que hace que ésta sea percibida con mayores costes que beneficios.Generalmente, identificamos tres formas de asumir la maternidad, dependiendo de si priorizan sus intereses personales o su función maternal:

  1. Adherirse
  2. Negarse
  3. Negociar

Cuanto más peso tiene ésta última, pueden darse más probabilidades de entrar en conflicto con otras reivindicaciones, como la de la mujer y la madre.

Pero el punto en el que se encuentran ambas, tanto las mujeres que descubren su plenitud en la maternidad, así como las que eligen libremente rechazarla, es que se preguntan en numerosas ocasiones, si es posible conciliar sus deseos de mujer y sus deberes de ser madre.

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Maternidad y feminismo

En los años 70 irrumpe el feminismo para tratar de explicar la realidad sobre la maternidad desde una visión no androcéntrica, ni etnocéntrica.

A partir del siglo XVIII y principalmente en el XIX, se construye un ideal de la “buena madre” reforzado por mensajes provenientes del ámbito de la medicina, de la psicología, así como de la religión.

La maternidad era sinónimo de femenina, es decir, las mujeres debían ejercer de buenas madres dadas sus condiciones naturales femeninas, entre las que se encuentra el instinto maternal. Como si de algo innato se tratara.

Esta propaganda dirigida a las mujeres y a su responsabilidad para con la descendencia y el futuro de la nación, tuvo como resultado la mitificación y santificación sobre la maternidad, y trajo de la mano la culpabilidad de la “mala madre”.

Actualmente, el interés está en reconocer la maternidad como una oportunidad para conocer y analizar su complejidad en las relaciones, en la toma de decisiones de ser madre, en lo que emocionalmente despierta, en las tensiones y las contradicciones que genera, en las estrategias de adaptación o de cambio que se llevan a cabo en todo este proceso.

Por consiguiente, la maternidad puede ser vivida de dos formas: como una experiencia hostil, decepcionante y conflictiva para la mujer y su cuerpo; o bien como una maternidad libre, responsable y entendida como una opción y no como indisociable de la identidad femenina para su plena realización.

Con la maternidad surgen tensiones, conflictos, contradicciones internas y de pareja. Se producen algunos desencuentros entre la pareja donde asoman la diferenciación de roles de género, como resultado de la socialización diferencial y concepción individual de la maternidad.

La conciencia feminista, es el punto de anclaje para ofrecer un nuevo marco de relación de crianza, un nuevo modelo que recoge distintas experiencias sobre la maternidad. Así pues, remarca que el feminismo está revolucionando las relaciones de mujeres y hombres en pos de una nueva sociedad igualitaria y liberadora.

Ser madre ahora

Lo cierto es que las mujeres cada vez promueven más cambios en los ideales de la maternidad. Las feministas son las pioneras en generar nuevos modelos y diferentes a los hegemónicos. Las “nuevas madres” contraponen lo asumido en la maternidad y cuestionan las ideas y prácticas socialmente dadas y obligadas.

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Proporcionan nuevos valores, nuevas ideas, nuevos significados… actuando desde la conciencia de cambio. La maternidad es un aprendizaje tanto individual, como colectivo. El deseo aquí surge desde reformular los valores y las normas de gestionar la maternidad más acordes a los tiempos que vivimos y a lo que necesitan y desean las madres ahora.

Hoy en día, las mujeres asumen las riendas de su propia vida, con sus inconvenientes y con sus ventajas, transformando así el concepto de la maternidad. Se sienten más libres de expresar su deseo de ser o no madres, tienen hijos de una forma menos convencional, a edades más avanzadas y al margen de la estabilidad de contar con una pareja o no.

La conciencia y las prácticas feministas dan lugar a una forma de ser madre y a una búsqueda consciente de vivir una maternidad más liberadora que opresora. Existe un menor sentido de obligación de tener hijos y menos excusas por tenerlos o no. Las mujeres feministas que deciden ser madres ofrecen la posibilidad de un modelo distinto de maternidad más real, más igualitario y equitativo.

Conclusión

La ideología feminista ha modificado esta situación y trata de cambiar la imposición a las mujeres de la buena madre. La decisión de tener una hija o un hijo, tiene que ver con el momento vital de la propia mujer, bien por su edad, situación personal o de pareja.

El feminismo juega un papel clave en la transición de ser madre, donde afirman que su identidad y consciencia feminista ha influido de modo crucial a la hora de entender, sentir y vivir la maternidad. Aunque es cierto que la confluencia entre la identidad feminista y la identidad de madre, puede llegar a chocar entre la teoría y la práctica, donde a menudo surgen incoherencias y contradicciones, que deben corregir a través de un acto reflexivo.

La cabida de un espacio donde se pueda hablar, reflexionar y analizar las vivencias negativas se produce gracias a la conciencia feminista. Realizar el ejercicio de autoconciencia y análisis sobre la identidad que se tiene como madre, como mujer o como pareja, ayuda a confrontar con los pensamientos desadaptativos o desestabilizadores.

“Si algo son las experiencias de las madres, es que son diversas”.

Diana Synelnyk

Psicóloga General Sanitaria

 

Bibliografía: Feminismo y maternidad: ¿Una relación incómoda?. Irati Fernández Pujana.

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