Ansiolíticos y su uso en salud mental

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Hoy en día el mundo de los psicofármacos cada vez está más extendido, siendo los ansiolíticos y antidepresivos los más usados. En terapia o incluso fuera de ella, no es raro encontrarse con personas que hacen uso de ellos o lo han hecho alguna vez. Pero al igual que no es de extrañar su consumo, tampoco es de extrañar el desconocimiento en general que hay de ellos.

Es por ello que, en este artículo, se intentará dar claridad de la manera más sencilla posible a cuestiones sobre ellos, en concreto, sobre los ansiolíticos. Antes de entrar de lleno en la materia, destacar que con el presente artículo no se pretende sustituir la figura del especialista en medicina psiquiátrica, sino acercar conocimiento a la persona de a pie desde un profesional también de la salud mental como el psicólogo sanitario.

¿Cuándo son necesarios?

El uso de los ansiolíticos e hipnóticos suele tener que darse en aquellas personas que, o bien en un principio por falta de herramientas para el manejo de la ansiedad se ven desbordadas por la angustia o, en personas que aún con un trabajo psicológico detrás necesitan de uso para sentirse estables.

Siendo más específicos, las problemáticas típicas para las que suelen ser recomendable su uso son:

  • Trastorno de ansiedad generalizada
  • Trastorno de pánico
  • Reacciones por estrés grave
  • Trastornos no orgánicos del sueño
  • Abstinencia alcohólica

¿Qué grupos de medicación existen dentro de los ansiolíticos?

Existen diferentes grupos, si bien cabría destacar las denominadas Benzodiacepinas. Seguramente el lector haya escuchado hablar del Diacepam, Loracepam (Orfidal) o Bromacepam (Lexatin), pues bien, todos ellos son del grupo de las “Benzos”.

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¿Qué hacen los ansiolíticos en nuestro organismo?

En general, para poder entenderse de manera amena y sencilla, los psicofármacos actúan a nivel cerebral para poder producir efectos terapéuticos. Cada uno de ellos, tienen una serie de mecanismos de acción que se relacionan con la transmisión sináptica neuronal, es decir, el proceso que permite la comunicación entre neuronas. En dicha comunicación, juegan un papel importante muchos componentes. No obstante, cabría recalcar el papel de los neurotransmisores los cuáles seguramente algunos os sonarán como son la dopamina o melatonina, pero además de estos existen otros como la serotonina, la noradrenalina, la acetilcolina, el glutamato, los opioides endógenos y el GABA. Es este último, el GABA, el que está relacionado con el efecto de los ansiolíticos y, concretamente, con el grupo del que se ha hablado antes, las Benzodiacepinas.

Por lo tanto, cuando una persona se toma por ejemplo un Orfidal, la benzodiacepina se une a unos receptores específicos de los receptores del GABA, lo que conlleva una apertura de los canales del cloro lo cual hace a la neurona más resistente a la excitación, es decir, los síntomas característicos de la ansiedad se reducirán.

¿Qué efectos secundarios tienen?

Como casi toda medicación, sea psicofarmacológica o no, pueden aparecer los temidos efectos secundarios. Los más típicos son los siguientes:

  • Somnolencia
  • Fatiga
  • Debilidad
  • Disminución de la coordinación
  • Disminución del libido sexual
  • Otros

¿Qué es importante saber si se consumen?

Por aparte de tener unas nociones básicas como las que se han ido desarrollando en líneas anteriores, es importante tener en cuenta que uso ha de ser restringido. El por qué se debe al riesgo de producir dependencia y tolerancia. Es por ello que es aconsejable usarlos poco tiempo y en dosis bajas. Además, para evitar síntomas de abstinencia, es recomendable ir retirándolos gradualmente.

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Por último, se desaconseja su uso junto al alcohol ya que puede producir depresión respiratoria, así como realizar actividades que necesiten de concentración y coordinación (ej. conducción).

Conclusión, ¿terapia o medicación?

Como profesional de la Psicología decir que ambas con compatibles, si bien es cierto que antes de escoger el camino de la psicofarmacología sería recomendable acudir a un psicólogo. El por qué radica en que en muchas ocasiones tenemos más herramientas de las que pensamos para poder gestionar diferentes crisis, o aun no teniéndolas, se pueden ir generando y potenciando con el trabajo en terapia. Esto, por aparte de hacernos lograr un mayor bienestar, fortalece nuestro YO y con ello nuestra autoestima, ya que el proceso de autocuración se debe al esfuerzo realizado de manera intrínseca.

Por el contrario, escoger la vía única de la medicación no es más que un parche, ya que se opera en la parte orgánica cerebral causante de sintomatología física, pero no se trabaja la parte generadora de ello, es decir, lo psicológico, lo mental.

En conclusión, para una gran mayoría poblacional recomendaría la psicoterapia como primera opción, ya que muchas de las problemáticas son de origen sub-clínico. Diferente es cuando hay patología grave, lo cual hace inevitable su uso. Pero lo que está claro es que, la medicación nunca ha de ser la única opción, sino que siempre debería de ir acompañada de un proceso psicoterapéutico.

 

Javier Arza Magra

Psicólogo General Sanitario

Bibliografía: Bravo, M.F., López, F.J. (2018). Manual de psicofarmacología para profesionales de la salud mental. España: Editorial SINTESIS.

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